El Gran Sol Rojo del Amanecer

sábado, 9 de abril de 2016

LENIN: Sobre. la “sacrosanta intangibilidad” de los libros y de las operaciones comerciales


Del folleto: LA CATASTROFE QUE NOS AMENAZA Y COMO COMBATIRLA”

LA NACIONALIZACIÓN DE LOS BANCOS

Los bancos constituyen, como es sabido, centros de la vida económica moderna, los centros nerviosos más importantes de todo el sistema capitalista de la economía nacional.

(…) Los bancos modernos están en estrecha e indisolublemente entrelazados con el comercio (con el de cereales y con todo el comercio en general) y con la industria que sin “´poner la mano” sobre ellos no puede hacerse absolutamente nada serio, nada “democrático revolucionario”.

(…)

En realidad, la nacionalización de los bancos, que no priva ni de un solo kopek (centésimo. Nd. Q. Gaytan) a ningún “propietario”, no ofrece absolutamente ninguna dificultad, ni de orden técnico ni de orden cultural, y si se demora es exclusivamente por la sórdida codicia de un insignificante puñado de ricachones.

(…) La propiedad sobre los capitales con que operan los bancos y que se concentran en ellos se acredita por medio de certificados impresos o manuscritos, a los que se le da el nombre de acciones, obligaciones, letras de cambio, recibos, etc. Con la nacionalización de los bancos, es decir, con la fusión de todos los bancos en un solo Banco del Estado, no se anularía ni modificaría ninguno de esos certificados.

¿En qué estriba, pues, la importancia de la nacionalización de los bancos?

En que es imposible ejercer un verdadero control de los diferentes bancos y de sus operaciones (aun suponiendo que se suprima el secreto comercial, etc.), pues no se puede vigilar el complicadísimo, alambicado y astuto tejemaneje a que se recurre al confeccionar los balances, al fundar empresas y sucursales ficticias, al hacer intervenir a hombres de paja, etc., etc. (…) Sólo nacionalizando los bancos podrá conseguirse que el Estado sepa adonde y cuándo se desplazan los millones y los miles de millones.  Y sólo este control de los bancos, centro, eje principal y mecanismo básico de la circulación capitalista, permitiría llevar a cabo de hecho, y no de palabra, el control de toda la vida económica, de la producción y de la distribución de los productos más importantes, la “reglamentación de la vida económica”, que de otro modo está condenada  seguir siendo inevitablemente un tópico de los ministros para engañar al vulgo. Sólo el control de las operaciones bancarias, a condición de que se concentren en un solo banco perteneciente al Estado, permitirá  organizar, previa aplicación de otras medidas fácilmente implantables, la recaudación efectiva del impuesto de utilidades sin que haya ocultaciones de bienes e ingresos…

Bastaría con decretar la nacionalización de los bancos, y se encargarían de realizarla sus mismos directores y empleados. Para ello no falta ningún aparato especial ni se requieren preparativos especiales por parte del Estado… Hecho esto, no restaría más que unificar la contabilidad; (…) no existe la menor dificultad técnica para la fusión de los bancos, y si el poder del Estado fuese revolucionario no solo de palabra (es decir, si no temiese romper con la inercia y la rutina), si fuese democrático no solo de palabra (es decir, si obrase en interés de la mayoría del pueblo y no de un puñado de ricachos), bastaría con decretar la confiscación de bienes y el encarcelamiento de los directores, los consejeros y los grandes accionistas como castigo por la menor dilación y por los intentos de ocultar los saldos de cuentas y otros documentos…

*  *  *

La nacionalización de los bancos facilitaría extraordinariamente la nacionalización simultánea de los seguros, es decir, la fusión de todas las compañías de seguros en una sola, la centralización de sus actividades y su control por el Estado.

ABOLICIÓN DEL SECRETO COMERCIAL

Sin abolir el secreto comercial, el control de la producción y de la distribución, no irá más allá de una promesa vacua…

El argumento acostumbrado de los capitalistas, que la pequeño burguesía repite sin pararse a pensar, consiste en que la economía capitalista no admite en absoluto la abolición del secreto comercial, pues la propiedad privada de los medios de producción y la dependencia de las distintas empresas respecto al mercado imponen la “sacrosanta intangibilidad” de los libros y de las operaciones comerciales, incluyendo, como es natural, las operaciones bancaria.

(…) cerrando los ojos ante dos hechos fundamentales, importantísimos y universalmente conocidos de la vida económica actual. Primer hecho: el gran  capitalismo, es decir, las peculiaridades económicas de los bancos, consorcios capitalistas, grandes empresas, etc. Segundo hecho: la guerra.

Es precisamente el gran capitalismo moderno, que se  está transformando por doquier en capitalismo monopolista, el que priva de toda sombra de razón al secreto comercial y lo convierte en una hipocresía, en un instrumento manejado exclusivamente para ocultar las trampas financieras y las ganancias inauditas del gran capital.

(…) La ley que garantiza el secreto comercial  no tiende… a proteger las necesidades de la producción o del intercambio, sino que sirve a la especulación y al lucro en su forma más brutal, al fraude descarado, que, como se sabe, está extendido de manera singular en las sociedades anónimas y se encubre con gran habilidad en las memorias y en los balances, aderezados cuidadosamente para engañar al público.

Si en la pequeña producción de mercancías… el secreto comercial es inevitable, en la gran empresa capitalista, por el contrario, proteger ese secreto significa proteger los privilegios y las ganancias de un puñado, literalmente de un puñado, de hombres contra todo el pueblo.
(…) Para proceder como demócratas revolucionarios habría que dictar sin demora una ley... que declarara abolido el secreto comercial, obligara a las grandes empresas y a los ricos a rendir cuentas con todo detalle y concediera a cualquier grupo de ciudadanos lo suficientemente numeroso para considerarlo democrático (…) el derecho de comprobar  todos los documentos de cualquier gran empresa. (…) La inmensa mayoría de las empresas comerciales e industriales no trabajan para el “mercado libre”, sino para el Tesoro, para la guerra.

La economía capitalista “al servicio de la guerra” (es decir, la economía directa o indirectamente relacionada con los suministros de guerra) es la dilapidación de los fondos públicos sistemática y legalizada (…)

Los demócratas revolucionarios, si fuesen revolucionarios y demócratas de verdad, dictarían inmediatamente una ley que aboliera el secreto comercial, que obligara a los proveedores y a los negociantes a rendir cuentas y los prohibiera cambiar de actividad sin permiso de las autoridades; una ley que decretase la confiscación de bienes y el fusilamiento para castigar las ocultaciones y los fraudes al pueblo y organizase el control y la fiscalización desde abajo, de un modo democrático, por el propio pueblo, por los sindicatos de empleados, por los sindicatos obreros, por las asociaciones de consumidores, etc.






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Datos personales

periodista obrero. Comunista (marxista-leninista). Antiimperialista, anticapitalista y antimilitarista.